23 noviembre, 2007

Tratado de Lisboa. El Ciudadano y la Unión: ¿cruce de caminos?

Autor: Antonio Tejeda Encinas

Europa ha sabido “renacer “de cada una de las crisis institucionales que la han azotado. Con el no al Tratado de Constitución, ahora la solución pasaba por salvar los escollos de los referéndum obligatorios que algunos países tienen encomendado a este tipo de acuerdos en sus Constituciones y el problema podía volver a ser el mismo que ya defenestró al Tratado Constitucional.

Algunos países tienen obligación constitucional y otros presión política o ciudadana. La seriedad de la cuestión hace que la banalización de la postura que se adopte refleje un resultado asimétrico en las distintas consultas populares.

Los británicos ya han dicho que no van a celebrar referéndum, pese a la presión de la oposición. Dinamarca se lo está pensando; pero sólo Irlanda tiene una obligación constitucional de ratificación.

¿Qué ha ocurrido ahora? Se ha hecho un encaje de bolillos para que “esto” no suene a Constitución: se ha suprimido la referencia a los símbolos –léase bandera europea e himno, moneda, divisa- y lo más importante la dispersión de normas del nuevo Tratado sólo modifican los Tratados anteriores (Ámsterdam y Niza) y por tanto hacen innecesario ratificaciones populares. De este modo se ha conseguido que la aprobación del Tratado de Lisboa haya pasado de puntillas por la puerta de los ciudadanos europeos.

Nuevamente se prescinde de los ciudadanos –los verdaderos destinatarios del Macroestado en que se está convirtiendo Europa. Nuevamente el déficit democrático zumba en la “fortaleza europea”; de nuevo al ciudadano de a pie cuándo se le pregunta puede hacer uso de lo que se le niega. Por dicho motivo no se le pregunta y así “ojos que no ven…”
El secretismo y casi nula discusión política de ese nuevo Tratado es bochornoso y no hace más que agudizar lo que vengo exponiendo. El Parlamento Europeo sigue sin ser con este nuevo Texto un legislador y por tanto toda la transparencia democrática que conlleva dicho aparato político.
Ese espaldarazo al ciudadano con la aprobación por la puerta trasera de ese nuevo Tratado no sólo lleva implícito el déficit de credibilidad del “sello de calidad europeo” Lo cierto es que la Europa Social está lejos de hacerse realidad y el mercantilismo sigue dominando los grandes acuerdos de los veintisiete.
Publicado en el Periódico Extremadura el 25 de noviembre de 2007