08 febrero, 2009

La madre de todas las crisis o como salvar al capitalismo

Autor: Antonio Tejeda Encinas

Llega un momento que todo lo que no sigue un crecimiento lógico termina por padecer alguna adversidad.

Desde hace unos quince años “España iba bien” el ladrillo ganaba terreno y manipulaba los precios del suelo, inmuebles; teníamos a Iberia privatizada…

En España impera esa cultura. Otra prueba innegable la tenemos con la Inocentada a Mario Conde aquel 28 de diciembre de 1993 y “ es que España es el País dónde el enriquecimiento es más rápido.”

Pero, ¿se debía desinflar esa pompa, ese globo - que no de aire- o debíamos seguir durmiendo el sueño de los justos? ( estricto sensu del griego).

“El Dorado” había llegado a su fin. La suposición mítica, seguía siendo eso, una quimera: la octava silla –preciado tesoro- no iba a llegar. Ya perdimos la oportunidad de la vigésima, pero es que para nuestro medallista y profesor de Georgetown no tenía importancia ninguna.

La devaluación de la vivienda, en casi un previsible 20% de su valor, colocará a multitud de hogares en una situación en la que ni la ejecución hipotecaria adecentará una economía que no contará –en muchos casos- con ningún otro tipo de garantía para hacer frente a la deuda hasta completar el valor del préstamo concedido.

Ahora deberíamos nacionalizar la banca. Pero tampoco sería mala idea nacionalizar los sueldos. Podríamos, así, tener haberes anti crisis. Si las empresas no tienen la calderilla con la que nos pagan los exiguos jornales, siempre sería mejor que esperar uno de esos bonitos ERES que tanto están de moda ahora en “tiempos de crisis”

Este pánico, “de crisis” nos está convirtiendo en más esclavos del barco de la necesidad, pues cada vez tenemos más negreros. Ya no sabemos de quién somos dueños: ¿de las empresas, de los bancos, del Estado hasta el pago de la deuda de las reflotaciones de empresas para que sean económicamente rentables y posteriormente se las devolvamos a sus dueños a bajo coste a través de una reconversión financiera…? El descaro impresentable del capitalismo no tiene límites.

La paradoja del capitalismo podría conducir hacia gobiernos mundiales más progresistas que amparados en un keynesianismo a medio plazo intenten justifican de alguna manera o en última instancia un nuevo y disfrazado neoliberalismo –distinto pero igual de depredador y poseedor de riquezas- y terminen por ser el centro de diana de los movimientos sociales que los han conducido hasta el poder.

Estos movimientos sociales, en auge, pueden conducir a una sociedad bien distinta de la ahora conocida, pero también a ser grandes focos de poder que ejerzan influencias sobre gobiernos y posteriormente cambien la piel en poco tiempo. (En Belem do Pará estas y otras cuestiones se han debatido. Más de cien mil personas han protagonizado el IX Foro Mundial Social).

Lo que sí es cierto es que hay unos protagonistas de excepción en el panorama español (las organizaciones sindicales de trabajadores) y éstas no pueden pretender que sean los movimientos antiglobalizadores y sociales en general quiénes tiren del carro de la reivindicación, sino que tienen que poner el acento en los graves problemas sociales que padecemos. Y no sólo pienso en la crisis económica en general o la consumista en particular, sino también en la climática, la de sobreexplotación de los recursos; humanitaria; exclusión social…

¡sindicatos modernos y comprometidos para tiempos difíciles! Y una Unión de Trabajadores acorde con las circunstancias decimonónicas que estamos comenzando a padecer nuevamente.

Publicado en: Extremadura al Día